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viernes, 25 de diciembre de 2009

¿Realmente es el médico de familia el que tiene que controlar las bajas?

No sé si tuvieron ocasión de leer una noticia aparecida el día 23 de diciembre reciente en El País, en relación con la gestión de las incapacidades laborales transitorias (“las bajas”). La noticia la pueden encontrar en el siguiente enlace: http://wap.elpais.com/index.php?module=elp_gen&page=elp_gen_noticia&idNoticia=20091223elpepisoc_3.Tes&seccion=soc

Reacciones en nuestro colectivo, el sanitario, de todo tipo. Bueno, salvo indiferencia.
Como puerta de entrada a la Seguridad Social, rol que asumimos con sus pros y sus contras, es evidente que un punto determinante de la cadena que lleva a expedir una baja laboral lo constituimos los médicos de Atención Primaria. Por lo tanto, y por lógica, si constatamos que existe un problema en la gestión de las bajas, y pretendemos reconducir la situación, es cierto que una de las teclas a tocar la constituimos nosotros.
Ningún médico dirá que las incapacidades laborales están justificadas al 100%. Creo que no revelo nada si les explico que suele tratarse de una situación que nos genera cierto recelo. “¿Nos estará engañando la persona que pretende que la mantengamos alejada de su puesto de trabajo durante unos días? (ver enlace: http://reflexionesprimarias.blogspot.com/2009/10/creo-que-me-quieres-colar-una-baja.html ) ”.
Actitud harto suspicaz, dirán algunos. Pero es que nos sentimos acorralados, presionados, tanto por parte del paciente que solicita esa prestación, como por parte del sistema que nos ampara. Porque llueve sobre mojado: Todos sabemos de ciertas personas próximas, conocidos de tiempo, que se han columpiado con bajas largas, con la consiguiente mejoría los días previos a las vacaciones. ¡Qué casualidad! Dirán algunos. Y no les falta razón. Y ellos mismos admiten que están beneficiándose de la existencia de este agujero en el sistema (de “colador” lo catalogaría yo); eso sí, nunca delante del médico que les extiende la baja.
El artículo dice textualmente “El programa de reducción de bajas se centra en 14 patologías… que son las que concentran el 30% de todas las incapacidades temporales.” ¿Y cuáles son esas patologías? Pues aquellas que tienen que ver con el dolor, y que se pueden agravar con la actividad laboral. O bien, las relacionadas con el estado de ánimo.
No hay ninguna duda respecto a los que todos entendemos (o deberíamos entender) por tensión arterial elevada. Son unas determinadas cifras. Y sólo esas. No hay vuelta de hoja. Además, ese parámetro se puede medir con aparatos homologados. Pero, ¿cómo se mide el dolor? ¿Puede una actividad laboral determinada, que a una persona en concreto no le genera molestia alguna, dar lugar a un dolor tan intenso en otra persona?
¿Y la tristeza? ¿Cómo se mide? Porque no existe ninguna molécula en la sangre (“depresina” o “tristecina”) cuyos valores permitan saber si una persona está o no desolada.
El problema en estos casos, evidentemente, es que tanto el dolor como el estado de ánimo, son algo subjetivo. No podemos pensar de antemano que el paciente intenta engañarnos; eso sería suspicacia; y para suspicacias estamos nosotros ahora…
Desde luego, tanto las compañeras del centro de Atención Primaria donde ejerzo, como yo mismo, estamos de acuerdo con Paulino Cubero (representante de la Sociedad Madrileña de Medicina Familiar y Comunitaria (Somamfyc)) en exigir respeto por nuestro trabajo: No hacemos bajas aleatoriamente. Las decidimos en función de lo que el paciente necesita.
Incluso la Sra Santamaría parece deducir cuál es el motivo de tanta incapacidad laboral prolongada: ¿Qué hacemos si el paciente necesita, para su recuperación, del servicio de rehabilitación, y éste le ofrece una primera visita (no ya terapéutica, sino de evaluación inicial) entre seis y ocho semanas después (ver enlace: http://reflexionesprimarias.blogspot.com/2009/10/la-lista-de-espera.html ) ? ¿Lo mandamos a trabajar? ¿Con qué ética se puede ejercer así?
Pensamos que quizás tantos millones se podrían invertir mejor en aumentar la plantilla del Tribunal Médico (ICAM), tanto sanitaria como administrativa. Así podrían estar más pendientes de aquellos pacientes sospechosos de “bajistas” (personas con múltiples IT (incapacidades temporales), de muy corta duración, pero muy seguidas, por ejemplo) y citarlos para decidir si les corresponde o no tal prestación. Al fin y al cabo, el Tribunal son ellos. Nosotros no hemos estudiado para trabajar de policías en busca de “delincuentes” (ruego se entienda la hipérbole empleada).
No son pocas las peleas que hemos tenido con pacientes a quien intentábamos “forzar” a coger el alta (siempre pensando que realmente podían trabajar, evidentemente). Y daba igual. Si les das el alta hoy, volverán mañana o pasado a coger otra baja.
Y, como en toda situación de confrontación (entendamos como tal la solicitud de una baja que no pensamos que esté justificada), tienen las de ganar aquellas personas más agresivas. Otro lugar de origen de diferencias sociales: Los más fuertes tienen más posibilidades de conseguir lo que pretenden. Porque, entiéndanme, a ver quién le niega una baja a un hombre de casi dos metros, y más ancho que un armario, que viene decidido, sí o sí, a irse a casa a descansar y recuperarse…

jueves, 3 de diciembre de 2009

¿Las rubias son menos inteligentes que las morenas?


A priori, podríamos pensar que esa afirmación no tiene base científica. Pero, pese a ello, y como persona muy influida por la ciencia y el empirismo, me puse a buscar en los archivos médicos (Medline, PubMed, Oldmedline…) algún artículo donde se hubiese estudiado tal cuestión. A esto es a lo que denominamos búsqueda bibliográfica (http://fcm.uncu.edu.ar/4-Biblioteca/tutoriales/busqueda.htm) .
No todos servían, a priori. Existe en estadística lo que se denomina grado de evidencia (ver inicio de la página 2 del enlace siguiente: http://www.svpd.org/mbe/niveles-grados.pdf). Según el mismo, no todos los estudios son igual de fiables, ni sus conclusiones son igual de categóricas.
Así, siguiendo el esquema que marca el grado de evidencia, comencé buscando algún ensayo clínico. Un ejemplo típico hubiera sido aquel en que se hubiesen dividido las mujeres en dos grupos: Uno formado por morenas y otro por rubias. Las castañas y las pelirrojas, por tanto, quedarían excluidas del estudio. En ambos grupos se pasarían los mismos tests, y se estudiarían y compararían los resultados. A priori, sencillo de entender. Y no demasiado complicado ni caro de llevar a cabo. Pese a ello, no había ningún estudio que cumpliese estas premisas. Pero no desesperé.
Cuando no existe ningún ensayo clínico que justifique un hecho determinado, hemos de ir a buscar estudios de cohortes (http://es.wikipedia.org/wiki/Estudio_de_cohorte). En nuestro caso, y para entender en qué consistiría un estudio de cohortes, deberíamos estudiar por separado a las rubias y las morenas. De entre las rubias, cogeríamos las inteligentes, y las dividiríamos entre el total de rubias. De aquí obtendríamos una cifra determinada (n). Luego estudiaríamos a las morenas. Señalaríamos a las inteligentes, y las dividiríamos entre el total de morenas. De ahí obtendríamos una cifra determinada (m).
Al dividir n/m se obtendría el valor buscado que, en nuestro caso, sería el Riesgo Relativo (http://es.wikipedia.org/wiki/Riesgo_relativo) de ser inteligente si se es rubia. Tampoco habían estudios así (¡qué extraño!).
Por tanto, me conformé ya con buscar un estudio de casos y controles (http://es.wikipedia.org/wiki/Estudio_de_casos_y_controles). La estructura de este tipo de estudio, aplicado a nuestro caso, valoraría, por un lado, a las personas menos inteligentes; y por otro, a las más avispadas. Así, se formarían cuatro grupos:
- Entre las inteligentes: El grupo de las rubias (r) y el de las morenas (m).
- Entre las menos listas: El grupo de las rubias (nr) y el de las morenas (nm).
Y los fui enlazando entre sí: rubias inteligentes/morenas inteligentes, y todo ello dividido entre Rubias no inteligentes/morenas no inteligentes
Se obtiene el denominado OR (Odds ratio, o razón de desventaja (http://es.wikipedia.org/wiki/Odds_ratio) ), típico de este tipo de estudios, y que permitiría hacernos una idea de aquello que buscábamos. Pero tampoco nadie ha invertido dinero en estudiar algo así.
Es por ello que sólo podemos recurrir a los casos conocidos por cada uno de nosotros (sería el correspondiente a las denominadas Series de casos (http://es.wikipedia.org/wiki/Serie_de_casos) ). Poca evidencia científica, sin duda. Más que nada porque todos conocemos, a nuestro alrededor, rubias y morenas, inteligentes y menos preparadas, y todas las mezclas posibles entre los cuatro conceptos.
Bueno… ¿y qué hacemos ahora?... Porque seguimos sin saber si las rubias son menos capaces que las morenas… Y ya hemos buscado todos los estudios estadísticos posibles, sin resultado… Pero… ¡espera! ¡Ya sé! Con el nivel de evidencia más bajo encontramos la Opinión de los expertos. Sí, ya sé que tiene poca evidencia científica, pero no tenemos otras opciones. Así, pues, ¿qué opinais vosotros, expertos en la materia? ¿Son menos inteligentes las rubias que las morenas? ¿Se puede hacer esto extensivo a los hombres? Gracias por vuestra colaboración. Os informaré de los resultados.

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